Miguel Ángel Moraga: un padre luchador que lleva alegría a los niños de Siuna
Llueva, truene o relampaguee, don Miguel Ángel Moraga sale todos los días desde las 7 de la mañana de su casa con un objetivo claro: llevar el sustento a su familia. Su piel oscura refleja el paso del sol en largas jornadas de trabajo, pero también la fortaleza de un hombre humilde que ha sabido ganarse el cariño de los más pequeños.
Muchos niños lo esperan con ansias al escuchar las campanitas de su carrito de Eskimo. “Un día estaba en una actividad en la comunidad Las Mañanitas, y una niña que me conocía del barrio Miguel Alvarado, al verme corrió, me abrazó y me dijo: ‘¡eyyy, vino mi eskimero favorito!’. Su emoción me contagió”, relata con una sonrisa.
El amigo de los niños

Entre el trabajo y la adversidad
Don Miguel recorre con su carrito azul cielo no solo las calles de Siuna, sino también comunidades como Coperna, El Hormiguero, El Dorado y Aza. Aunque implica gastos adicionales, muchas veces sube su carrito en un bus para llegar a esos lugares lejanos.
“En la escuela Maura Clarke los niños a veces no me compran, pero se acercan para platicar conmigo. Me preguntan dónde vivo, si tengo hijos… Eso para mí es una alegría”, cuenta emocionado.
El negocio no siempre es estable: depende del clima y de las actividades del día. “Ganamos por porcentaje. Cuando el tiempo está bueno o hay actividades, vendo bien. Cuando llueve, a veces no gano nada porque lo poco que vendo es solo para pagar el producto. Pero gracias a Dios he salido adelante”, explica.
Padre entregado a su familia
Moraga es padre de cinco niños: Deylin (14), Griselda (12) y Yeilin (8), a quienes cría como propios, además de sus hijos biológicos Abrahán Enmanuel (3) y el pequeño Miguel Ángel (1), que lleva su mismo nombre.
“Ellos son mi familia y lucho día a día por ellos junto a mi esposa Silvia. Ella se encarga de los niños y del hogar, y yo del sustento”, comenta con orgullo.
Originario de Masaya, la llamada Ciudad de las Flores, el amor lo llevó a mudarse a Siuna, tierra natal de su esposa.
Entre el cansancio y el amor incondicional
Empujar el carrito de Eskimo durante todo el día es agotador, pero el cansancio no le impide disfrutar de su familia. “Llego a casa a las 6 de la tarde. Me recuesto un rato porque el cuerpo me lo pide, pero después me levanto para compartir con mis hijos. Así es esta lucha”, asegura.
La vida de don Miguel refleja lo que caracteriza a muchos padres: la entrega, el esfuerzo y el amor incondicional hacia sus hijos. Ese amor que impulsa a seguir adelante sin importar las dificultades.
Un corazón generoso
Aunque sus ingresos no siempre son altos, don Miguel no duda en compartir lo poco que tiene. “Me gusta dar un poco de alegría. En el camino encontramos personas que necesitan, y un helado les hace sonreír”, comenta con sencillez.
Con cada recorrido, este padre luchador no solo lleva un producto, sino que reparte sonrisas, construyendo recuerdos felices en la vida de muchos niños.