La recompensa tras el sacrificio

Desde niña, Rosa Francisca Montenegro Flores soñaba con estudiar y superarse, pero la pobreza parecía cerrarle todas las puertas. “Siempre quise estudiar, pero no estaba al alcance de mi madre darme los estudios”, recuerda con la mirada llena de emoción.

Rosa Francisca nació el 3 de septiembre de 1982 y creció en el barrio Dolores Marín, en Siuna (RACCN). Desde muy joven inició su camino académico enfrentando grandes limitaciones: asistía a clases con una falda y un par de sandalias, mientras su madre, Gregoria Flores, hacía milagros para alimentar a sus siete hijos. Como hermana mayor, también asumió la responsabilidad de cuidar a sus hermanos, contando con el apoyo de sus abuelos maternos.

Una infancia marcada por la necesidad

Al llegar a secundaria, Rosa Francisca tuvo que abandonar sus estudios a mitad de año. No tenía zapatos ni recursos. Poco después, volvió a la escuela, pero la vida le impuso otra pausa: un embarazo en la adolescencia. Con la llegada de su hija Dayara en 2001, comenzó a trabajar como asistente del hogar, decidida a salir adelante.

El deseo de superarse nunca murió

En 2002 retomó la secundaria en horario nocturno, mientras trabajaba durante el día. Tres años después, una oportunidad laboral en la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense (URACCAN) marcó un antes y un después. Lo que inició como una sustitución en el área de cocina se convirtió en el inicio de una carrera universitaria y profesional.

“URACCAN me ha brindado muchas oportunidades”, afirma con gratitud.

Con apoyo de mentores y superiores, Rosa culminó su secundaria y luego ingresó a la licenciatura en Ciencias de la Educación con mención en Pedagogía. Su esfuerzo le permitió ascender a puestos administrativos y consolidar su carrera dentro de la institución.

Logros que inspiran

Hoy, Rosa Francisca es licenciada, cuenta con una maestría en Educación Intercultural Multilingüe y cursa un Diplomado en Coeducación con enfoque de género e interculturalidad. Además, ha sido docente de apoyo en la universidad que tanto le abrió las puertas.

Entre lágrimas, comparte: “Así es como me he ido formando en URACCAN”.

Madre, trabajadora y ejemplo de perseverancia

Ser madre soltera nunca la detuvo. Aprendió a equilibrar su vida familiar y profesional con disciplina y amor. Para ella, el secreto del éxito es simple pero poderoso:

“Lo más importante para superarse es tener las ganas de ser alguien. Nunca hay que darse por vencido.”

Su mensaje final es un recordatorio para todos:

“Si te trazás una meta, sé responsable y aceptá los retos. Aunque cueste, se puede. Aquel que tiene el deseo de progresar, lo puede lograr.”